domingo, 11 de julio de 2010

Nunca la palabra indiferencia tuvo tanto sentido como lo tiene ahora.
La diferencia es que ella siempre era el sujeto activo de la oración, y no la persona que sufre la acción.

Quizá el problema está en no haber cerrado la puerta, y haber seguido permitiendo que él siguiera en su afán por convertirla en una sombra de sí misma. Pero la decisión la había tomado ella. No era una decisión muy meditada pero era una decisión, al fin y al cabo. Y la puerta tendrá que cerrarla en breve tiempo, y ya no quedarán espacios para que entre todo ese rencor.





Y en ese momento, la indiferencia adquirirá una nueva dimensión

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