La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa?
... la princesa no rie, la princesa no siente,
la princesa persigue por el cielo de oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión....
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jueves, 10 de diciembre de 2009
sábado, 5 de diciembre de 2009
Alejandro Jornet. -Retrato de un espacio en sombras-
Apenas dos semanas y será primavera.
Invierno en el corazón.
La frase es tuya. Otra estupidez más.
Me pregunto por qué sigo viviendo contigo.
Mi madre se está divorciando por tercera vez,
mientras yo sigo atada al primer sueño imposible.
Falta de carácter, dice ella.
Está en la cocina destrozando con un martillo la exquisita vajilla que le regaló su segundo marido.
Los hombres son como los kleenex, dice. Usar y tirar.
Estoy enamorada, digo. No estás enamorada, dice.
Estoy enamorada, digo. No estás enamorada, dice.
Estoy enamorada, grito. Me mira extrañada. Guarda los gritos para él, dice.
No quiero gritarle a él, no quiero gritarte a ti, perdóname.
Te falta carácter, dice.
Lloro, como siempre. Ella no llora, como siempre. La vida es dura, dice.
La vida es como nosotros queramos que sea, digo.
Me llama cursi. Estupideces, dice. La vida es como es. No tenemos ninguna posibilidad.
Ni falta que hace. Aprender a manejarse en el caos, ésa es la cuestión.
Hacerse sitio a codazos. Sobrevivir.
Rompe la última pieza de la vajilla. Acciona los cierres automáticos de la bolsa de basura.
Enciende un cigarrillo y se despide con un beso en los labios.
No voy a verla en los próximos siete meses.
Recibo dos o tres postales y una carta desde un país extranjero.
Ninguna llamada.
Mi padre se ha vuelto a casar.
Me invita a la boda. Nos invita a la boda. Digo que estoy enferma.
No debería mentir para esconder tus intransigencias.
Tampoco mi padre insiste.
A veces me imagino invisible.
Tiene sus ventajas: nadie insiste demasiado.
Ni siquiera tú. Especialmente tú.
Ivierno en el corazón. Qué estupidez, pienso.
Pero callo y miro a ninguna parte.
Mi madre está rompiendo las fotos de su tercer marido.
No estás enamorada, dice. Yo callo. Lo ves?, dice.
Lloro, como siempre. Me abraza con ternura. Mi pequeña, dice.
El café está listo y ella deshace el abrazo.
Toda la casa huele a café. Me gusta.
Me gustan los olores.
Recuerdo a mi madre por el olor a café de la última vez.
Como te recordaré a ti.
Prefiero la primavera. El olor de tu corazón de invierno es agrio.
De cerveza fermentada.
Mi padre huele a humo, mi hermana pequeña a hospital.
El agua del mar huele a mar.
Y esta casa empieza a oler a polvo viejo.
No estoy enamorada, pienso.
Y las lágrimas aparecen.
Las lágrimas saben a agua salada.
Pero no huelen.
Las lágrimas no huelen.
Invierno en el corazón.
La frase es tuya. Otra estupidez más.
Me pregunto por qué sigo viviendo contigo.
Mi madre se está divorciando por tercera vez,
mientras yo sigo atada al primer sueño imposible.
Falta de carácter, dice ella.
Está en la cocina destrozando con un martillo la exquisita vajilla que le regaló su segundo marido.
Los hombres son como los kleenex, dice. Usar y tirar.
Estoy enamorada, digo. No estás enamorada, dice.
Estoy enamorada, digo. No estás enamorada, dice.
Estoy enamorada, grito. Me mira extrañada. Guarda los gritos para él, dice.
No quiero gritarle a él, no quiero gritarte a ti, perdóname.
Te falta carácter, dice.
Lloro, como siempre. Ella no llora, como siempre. La vida es dura, dice.
La vida es como nosotros queramos que sea, digo.
Me llama cursi. Estupideces, dice. La vida es como es. No tenemos ninguna posibilidad.
Ni falta que hace. Aprender a manejarse en el caos, ésa es la cuestión.
Hacerse sitio a codazos. Sobrevivir.
Rompe la última pieza de la vajilla. Acciona los cierres automáticos de la bolsa de basura.
Enciende un cigarrillo y se despide con un beso en los labios.
No voy a verla en los próximos siete meses.
Recibo dos o tres postales y una carta desde un país extranjero.
Ninguna llamada.
Mi padre se ha vuelto a casar.
Me invita a la boda. Nos invita a la boda. Digo que estoy enferma.
No debería mentir para esconder tus intransigencias.
Tampoco mi padre insiste.
A veces me imagino invisible.
Tiene sus ventajas: nadie insiste demasiado.
Ni siquiera tú. Especialmente tú.
Ivierno en el corazón. Qué estupidez, pienso.
Pero callo y miro a ninguna parte.
Mi madre está rompiendo las fotos de su tercer marido.
No estás enamorada, dice. Yo callo. Lo ves?, dice.
Lloro, como siempre. Me abraza con ternura. Mi pequeña, dice.
El café está listo y ella deshace el abrazo.
Toda la casa huele a café. Me gusta.
Me gustan los olores.
Recuerdo a mi madre por el olor a café de la última vez.
Como te recordaré a ti.
Prefiero la primavera. El olor de tu corazón de invierno es agrio.
De cerveza fermentada.
Mi padre huele a humo, mi hermana pequeña a hospital.
El agua del mar huele a mar.
Y esta casa empieza a oler a polvo viejo.
No estoy enamorada, pienso.
Y las lágrimas aparecen.
Las lágrimas saben a agua salada.
Pero no huelen.
Las lágrimas no huelen.
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